Hace siete semanas, los ciudadanos de Líbano se levantaron en contra de la élite política que gestiona el Gobierno del país. La mala gestión económica y la corrupción provocaron el estallido de las manifestaciones, cuando se anunció un nuevo impuesto diario de 20 centavos de dólar a las llamadas de voz realizadas desde redes sociales como Facebook, WhatsApp, Instagram, etc.
Protestas contra la austeridad en Líbano
“No estamos aquí por WhatsApp, estamos aquí por todo, combustible, comida, pan, todo”, decía un manifestante a la cadena de noticias Al Jazeera. En los primeros días de las movilizaciones, los manifestantes pidieron la renuncia del presidente Michel Aoun. Y ni el humo de los gases lacrimógenos, ni el dolor que provocan las pelotas de caucho que dispara la policía antidisturbios han logrado dispersarles.
Las movilizaciones provocaron la dimisión del primer ministro Saad Hariri. Su dimisión no ha apaciguado a la multitud que abarrota las calles de Beirut con enormes banderas rojiblancas todos los días desde hace más de 40 días. Las protestas que comenzaron siendo pacíficas están tomando un tinte sangriento. Varios grupos radicales están interviniendo con ánimo de amedrentar a los que salen a manifestarse.
Según Aljazeera, la policía acusa a grupos chiítas, a Hezbollah y Amal, de torpedear las protestas lanzando piedras a los manifestantes y atacando a los antidisturbios con armamento sofisticado. Estos grupos han intentado infiltrarse entre los grupos de manifestantes y han provocado varios enfrentamientos siendo rechazados con palos y piedras por parte de los manifestantes pacíficos.
Las protestas del lunes dejaron a más de 50 agentes heridos, la mayoría alcanzados por el fuego de los cócteles molotov de los grupos radicales. Los manifestantes libaneses están empezado a tomar represalias en masa, actúan unidos ante estos grupos que buscan ensuciar su causa. Y aunque su misión es la de una protesta pacífica, no dudan en aunar fuerzas cuando se trata de actuar en defensa propia.
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