
En una de sus recetas televisivas, el famoso cocinero Karlos Arguiñano aconsejaba hacer la popular y nacional tortilla española de patatas, incluyendo la cebolla en juliana junto a los inevitables tubérculos.
¡La que se armó en las redes sociales! ¿A quién se le ocurre desatar esa polémica?
Partidarios de su consejo y adversarios enemigos de la humilde cebolla, se han enzarzado en un debate, muy adecuado para estos tiempos veraniegos de la “Nueva Normalidad”.
Porque el tono de la controversia refleja nuestra casi absoluta incapacidad de dialogar, o mantener una conversación con argumentos discrepantes, pero con discreción y mesura.
¡Y luego nos extrañamos que los partidos políticos anden a la greña y sus dirigentes insulten dentro y fuera del Parlamento por un quítame allá esas pajas!
La tozudez y el empecinamiento para no rebajar ni un milímetro nuestra postura, en lo que sea, o intentar escuchar y comprender los argumentos del discrepante, hacen de nuestro pueblo uno de los más cerriles del mundo.
¡Qué falta nos hace una educación más serena y elegante, que sea capaz de, al menos, oír al otro! El pobre don Antonio Machado ya decía “No tu verdad o mi verdad, sino la verdad a secas”. La neutral, la de todos. Sin sectarismos.
El ciudadano de a pie, como nosotros mismos, evoca los tiempos del tardofranquismo, cuando se publicaba una revista de pensamiento que se titulaba “Cuadernos para el Diálogo” que le costó Dios y ayuda sobrevivir, pero que enseñó a todos a escuchar al otro.
¿Deberíamos solicitar que volviera a publicarse?
La anécdota de Karlos Arguiñano, y sus recetas sobre cómo hacer una tortilla para todo el mundo, trasciende por la ocasión de desnudar el pensamiento inflexible, que no admite la discrepancia.
Y eso nos trae a la memoria otra cuestión debatida y conflictiva también, si la paella, el otro plato nacional más difundido en el mundo, debe o no llevar cebolla.
Los enterados y cocinillas aseguran, que la cebolla ablanda el arroz y que no debe incluirse en la preparación de una paella auténtica. Otros la defienden y piden que entre al plato.
Imaginamos que el popular cocinero vasco, escarmentado con la tortilla, eluda con tiento pronunciarse sobre el asunto.
Y, nosotros, seguidores complacientes de sus consejos culinarios, haremos lo que nos parece más aceptable: ¡Hacer la tortilla y la paella de las dos formas: con cebolla y sin cebolla!
Alternando los días y los menús, para disfrutarlas de las dos maneras.
De paso pedimos a los políticos y los partidos que ellos representan, que sepan tantear con el gusto de los otros y aproximar posturas en lo que ofrecen a los españoles con sus programas de Gobierno.
Que de lo que se trata es de buscar la confianza de los electores, con propuestas realistas y viables, para que todos vivamos mejor y las inversiones económicas beneficien a todos.
Algo que no podemos soñar con solicitar de los bancos y los empresarios, que sólo entienden que ellos lo que quieren es ganar siempre.
¡Pues nosotros, con cebolla y sin cebolla, pero que tengamos disponible el plato!
Luis-Lorenzo, ciudadano gastronómico.