Borrasca Filomena: una catástrofe invernal.
El paso demoledor de la borrasca “Filomena” quedará para la Historia. Las imágenes de un Madrid blanco, completamente cubierto por la nieve como nunca antes lo habíamos visto, han dejado alucinada a media España.
Así mismo, hay lugares en los que las temperaturas han bajado de los -33 grados centígrados ¡Ni que estuviéramos en Moscú! Desde luego ha sido un acontecimiento para fijarlo en nuestra memoria. Aunque esto debería activar nuestras alertas ecológicas, ya que es evidente que las graves consecuencias climáticas han comenzado.
Todas las autoridades, tanto nacionales como autonómicas, se han visto sobrepasadas por la ola de frío tan cruel, que ha hecho todavía más lacerante la pandemia del coronavirus.
Millones de españoles se quedaron confinados en sus domicilios y cuando intentaron salir a aprovisionarse, se dieron de bruces con la nevada y la amenaza del desabastecimiento en los mercados y tiendas de alimentación.
El peligro del hielo.
Ciudades cubiertas de nieve -que con el paso de los días se convirtió en hielo- acapararon la atención de los medios y, por supuesto, del gran público. Esos paisajes bellísimos desde lo plástico, ha provocado incontables destrozos en viviendas y mobiliario urbano.
Pueblos y municipios de los alrededores también han sufrido los efectos de Filomena, pero nada comparable a lo que sucedió en Madrid. La capital no contaba con medios ni recursos especiales para atajar una tormenta de esa magnitud.
Pero, ¿cómo es posible que se hayan destrozado tantos árboles, abatidos por el peso de la nieve, sin que advirtieran ese peligro antes del desastre? Habrá que investigar qué se podría haber hecho mejor, después de lo ocurrido.
Y también estaba el tema de las placas de hielo, frente a los figurones haciéndose la foto recogiendo nieve con una pala para hacer su campaña política -imaginando que convencerán a alguien-. Daba vergüenza ajena, a la par que rabia. Sobre todo sabiendo que las sendas abiertas para poder acceder a los domicilios y transitar por la vía pública, fueron obra de los propios ciudadanos. Para más inri, los camiones de sal se contrataron tres días después del comienzo de la tormenta. ¡Y tenían que ser los propios vecinos quienes acudieran a recogerla a unos puntos establecidos!
Saturación de las urgencias.
Los servicios de urgencias en los hospitales -atestados ya de por sí por los enfermos de la Covid-19- tenían colas interminables. Horas y horas de sufrimiento contenido, con sanitarios desbordados desde hace casi un año, que pese al cansancio y las circunstancias no dejan de sorprendernos. Hubo casos tan insólitos como que un médico acudió a su puesto de trabajo caminando durante veinte kilómetros, para llegar a hacer el relevo a sus compañeros. Las carreteras estaban bloqueadas y solo quienes tienen un todoterreno o un 4X4 pudieron desplazarse. Aunque el metro estuvo funcionando las 24 horas.
La solidaria respuesta de los profesionales de la salud, junto con la actuación del ciudadano de a pie fueron de los actos más reseñables de la nevada en Madrid. Así mismo es de justicia registrar la generosa colaboración del Ejército Español con la UME y de la Guardia Civil, salvadores de miles de emergencias. España, aunque tarde, pero se movilizó.
Luis Lorenzo, ciudadano constreñido en su domicilio y contemplador de los extraños fenómenos invernales.
Madrid, enero 2021.
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