Para agudizar el año fatídico que llevamos con la pandemia del coronavirus, hemos tenido que asistir a la exhibición innoble del circo mediático por parte de la industria farmacéutica.
Las impresionantes expectativas de un negocio de alcance global motivó que, en menos de un año, hayan aparecido como por encanto, más de media docena de vacunas que prometen parar la pandemia.
De ahí que los científicos europeos y estadounidenses, con predominio mundial, hayan tomado la delantera en la fabricación de un producto con éxito asegurado. Se cuentan por millones las dosis a la venta, con pago anticipado, ante la incertidumbre de lo que está ocurriendo ahora -y que podamos seguir necesitando por mucho tiempo-.
Como es apenas lógico, en el panorama internacional, los países ricos se han apresurado a contratar lotes ingentes de este producto; dejando en lista de espera a los más pobres o en proceso de desarrollo, que tendrán que aguardar a una segunda remesa. Por supuesto, la Unión Europea en su conjunto, es uno de los más activos compradores.
Industria farmacéutica: ¿Oscurantismo o vileza?
Desafortunadamente cada día es más evidente que las cuentas no cuadran, y casi nadie es transparente. Los laboratorios que fabrican las vacunas no han expuesto con claridad las dosis fabricadas, ni las vendidas. Y siguen siendo un misterio las condiciones en que se sellaron esos acuerdos.
Incluso hubo quienes se apresuraron a ofrecer primicias experimentales, y a firmar contratos. Con la promesa de proveer de dosis suficientes, a los enormes clientes continentales de Europa y América. Pero parece que esas expectativas eran inalcanzables, y ahora, tanto la UE como otros países de Occidente, están viéndolas venir.
Los procesos de vacunación se han venido abajo y la amenaza de no poder cubrir los porcentajes estimados, cada vez está más cerca de convertirse en realidad. Dirigentes de la Unión sospechan que determinados fabricantes -pese a haberse comprometido con la entrega de unas cantidades concretas- han estado negociando con terceros a un precio mayor. Por lo tanto, parece innegable que las vacunas se retrasarán y que tendremos que ajustar las estimaciones y el calendario.
Al oscurantismo de la industria farmacéutica se añade ahora, una cadena inevitable de sucesos como: que los gobiernos nacionales tampoco podrán cumplir y quedarán mal, a su vez, con las regiones, que son las últimas encargadas de distribuir los cargamentos entre la población.
Vacunas para ricos y vacunas para pobres.
A pesar de las circunstancias, la distribución global de este medicamento, ha sido totalmente injusta. Incluso dentro de un mismo territorio, como por ejemplo el nuestro, hemos sido testigos de esa mala gestión de recursos. Ha habido un aprovechamiento descarado en muchas provincias, en las que se las han puesto antes a los poderosos que a los potenciales de grupos de riesgo, que siguen esperando su turno.
Rusia y China compiten con sus propias fórmulas contra el resto del mundo, ya sea por precio como por unidades de producción, así que aún hay un resquicio de esperanza para las naciones más atrasadas. Ojalá esto nos dé un respiro y sirva para, de alguna forma, fomentar un mayor equilibrio norte-sur.
Por último, hacemos extensiva esa llamada de atención a todos los niveles, para que cada país aplique sus protocolos con criterios imparciales y equitativos; y que las autoridades impidan cualquier abuso posible. ¡Que nadie se vacune cuando quiera, sino solo cuando le corresponda!
Luis -Lorenzo, ciudadano aguardando paciente a que lo vacunen cuando toque.
Madrid, finales de enero del 2021.
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